Tejiendo Futuros: Mujeres Mayas, Cooperativas y el Espíritu de San Juan La Laguna

Entrada de blog por Gabriela Arce. 

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Vista de la calle principal de San Juan La Laguna, Guatemala. Foto por Gabriela Arce.

Adéntrate en mi país, Guatemala: Para ser más precisos en San Juan La Laguna, uno de los doce pueblos indígenas que rodean las aguas sagradas del Lago de Atitlán. Rodeada de tres majestuosos volcanes e impregnada de la cosmología maya, esta región es más que visualmente impresionante: es un vórtice de energía ancestral, lleno de memoria, significado y cuidado mutuo. En San Juan, las paredes cobran vida con vibrantes murales que evocan las historias y el espíritu de su gente. En este paisaje, cooperativas lideradas por mujeres tejen no sólo hilos, sino nuevas realidades sociales arraigadas en el conocimiento y la solidaridad indígenas.

Cada uno de los doce pueblos que rodean el lago de Atitlán habla su propia lengua maya y plasma su identidad en sus telas. Sus distintivos patrones, paletas de colores y tradiciones textiles son más que una expresión artística: son actos de continuidad y orgullo cultural. A través de los colores y diseños, cada comunidad cuenta una historia: de montañas y maíz, de ancestros y aspiraciones.

Gabriela Arce con los volcanes que rodean el lago Atitlán al fondo. Foto por Gabriela Arce.

Recuerdo mi primera llegada a San Juan en una vieja barca de madera, con el viento sagrado “Xocomil” agitando la superficie del lago y algo profundo en mí. San Juan no solo me dio la bienvenida, sino que me reconoció. La tierra aquí vibra con propósito. En la creencia maya, el lago Atitlán alberga energía ancestral, donde convergen la ceremonia, la tierra y el espíritu. Este es un territorio sagrado, y no es casualidad que las cooperativas estén prosperando aquí.

La entrada a la Cooperativa Artesanos por San Juan. Foto de Gabriela Arce.

En San Juan La Laguna, donde predomina maya tz’utujil, tejer siempre ha sido un acto de transmisión cultural. Hoy, también es un acto de empoderamiento colectivo. Cooperativas como la Cooperativa de Mujeres Tejedoras de San Juan, Artesanos de San Juan, la Cooperativa de Mujeres Tejedoras del Lago Atitlán y la Asociación de Tejedoras Lema se han convertido en instrumentos de transformación. Estos colectivos permiten a las mujeres liderar empresas basadas en prácticas ancestrales y gobernanza compartida, recuperando la autonomía económica para el presente y el futuro.

Las mujeres de estas cooperativas comparten recursos, gobiernan democráticamente e invierten sus ganancias directamente en sus familias y comunidades. Muchas viven en hogares comunales donde el apoyo es parte integral de su vida diaria. Envían a sus hijos a la escuela —a menudo por primera vez— y forjan un futuro basado en la autodeterminación.

Cada cooperativa centra sus prácticas tradicionales: el hilado manual del algodón, los tintes vegetales y el telar de cintura. No son sólo artesanías; son testimonios poéticos de resiliencia. La cadencia rítmica del telar se convierte en una forma de meditación, renovación y alegría. A través de su arte, estas mujeres tejen hilos del pasado y del futuro en prendas que relucen con intención, herencia y orgullo.

Mujeres tejiendo en la cooperativa Artesanos de San Juan. Foto por Gabriela Arce.

Lema, fundada por un colectivo de mujeres artistas, reinvierte sus ganancias en la educación comunitaria. Enseña métodos de teñido natural con plantas nativas y ofrece talleres que preservan la cultura tz’utujil y fomentan la solidaridad global. Casa Flor Ixcaco, otra cooperativa líder, fue fundada por mujeres que rechazaban los tintes sintéticos y los intermediarios. En cambio, centraron su trabajo en el trabajo ético y la armonía ecológica. El modelo cooperativo les ha permitido mantener el control total sobre su producción y precios, devolviendo el poder a las propias tejedoras.

Cooperativas como Asociación Ixoq Ajkeem y la Asociación Maya Kotz’ij , también con sede en los alrededores del lago Atitlán , trabajan en varias aldeas para ampliar el impacto del tejido, el teñido natural y la preservación cultural. Estas redes amplifican las voces de las mujeres indígenas, fomentan la solidaridad regional y promueven la sostenibilidad ecológica mediante prácticas agrícolas regenerativas.

Estos espacios también son incubadoras de liderazgo. A través del modelo cooperativo, las mujeres adquieren habilidades en educación financiera, resolución de conflictos, marketing y gobernanza. Aprenden a negociar con mayoristas, a organizar ventas directas y a defender sus derechos a nivel local e internacional. No son solo grupos de artesanos, sino escuelas de economía solidaria.

San Juan es uno de los muchos pueblos alrededor de Atitlán donde se está recuperando el poder cooperativo. En comunidades como Panajachel, Santa Cruz y Santiago Atitlán, cooperativas lideradas por mujeres están reviviendo artes ancestrales y consolidando nuevas economías basadas en la dignidad, la ayuda mutua y el equilibrio ecológico.

Las cooperativas son el motor de esta transformación. Permiten que las comunidades se mantengan arraigadas a su lugar y, al mismo tiempo, traspasen fronteras con sus historias, su artesanía y su visión de un mundo que valora la vida por encima de las ganancias. A través de cada cooperativa, las mujeres escriben un futuro compartido: un hilo teñido, una decisión, un latido a la vez.

Vista del interior de la cooperativa Q’omaneel. Foto por Gabriela Arce.

Al celebrar el Año Internacional de las Cooperativas, San Juan La Laguna ofrece una lección viviente: la verdadera resiliencia es colectiva. El modelo cooperativo aquí no es caridad, sino soberanía. Es una práctica económica y espiritual que permite a las mujeres mayas liderar, crear y transformar. Su historia es más que una inspiración: es un llamado a la acción. Un llamado a reconocer e invertir en ecosistemas cooperativos, honrar el conocimiento indígena y confiar en el liderazgo de las mujeres como fuerza impulsora del cambio global. Entre volcanes y aguas sagradas, estas tejedoras no solo preservan la cultura, sino que la redefinen, bajo sus propios términos.

En cada hilo teñido y decisión compartida hay una verdad más profunda: cuando las mujeres se unen en cooperativas, no sólo sostienen la tradición: también dan forma al futuro.